Dejando atrás nuestro fantástico paso por Gunung Mulu, cogimos de nuevo un avión para dirigirnos a nuestro próximo destino: Kuching, conocida también como «la ciudad de los gatos», la capital del estado de Sarawak, situada en la zona occidental de Malasia Oriental.
La razón de su nombre no es porque haya una epidemia de gatos descontrolada por toda la ciudad (como muchos podrían llegar a pensar), sino porque el monumento principal de la ciudad es una escultura con figuras de gatos y muchos murales, bares e incluso restaurantes giran entorno a la temática felina.
De hecho, nuestro hostel se llamaba «Quiik Cat»… Un hostel que casi intimidaba con su decoración pero que de relación precio-calidad y simpatía de su personal era incomparable con cualquier otro que pudiéramos encontrar en Kuching.
Llegamos a nuestro hostel gracias una vez más a nuestro querido Uber, con unas ganas infinitas de un poco de ciudad y tranquilidad de bichos (especialmente de nuestras queridas amigas las sanguijuelas).
Estuvimos 5 días en Kuching y la verdad es que lo disfrutamos muchísimo, aunque es cierto que con un par de días es suficiente para ver lo más importante y gozar del buen ambiente de la ciudad.
¿QUÉ HACER EN KUCHING?
Aquí dejamos una pequeña lista sobre qué hacer en Kuching:
1. Pasearse por su barrio chino. No es muy grande (de hecho tan sólo son un par de calles), pero hay templos que merecen la pena visitar, locales muy modernos para comer y beber algo y como no, precios imbatibles de noodles.
2. Para complementar… merece la pena hacer una visita al Museo Chino. Es gratuito y pequeño, pero está bien dedicar unos minutos para conocer mejor la influencia de la inmigración china en la ciudad de Kuching y en su economia.
3. Dar una vuelta por India Street. India Street es una estrecha y corta calle peatonal en el centro de la ciudad con un gran movimiento de comida callejera y puestos de ropa (sobre todo en domingo).
4. Visitar el Sarawak Museum. Un museo pequeño que te recorres en unos 45 minutos sobre las tribus y movimientos migratorios de la provincia de Sarawak. Para nosotros uno de los mejores museos que hemos visto durante nuestro viaje (¡y además gratuito!).
5. Observar la gran mezquita de Kuching. Impresionante construcción que merece al menos una foto. Decir cabe, que es más imponente e lejos que de cerca…
6. Pasear por la «costanera» del río Sungai, especialmente de noche donde te puedes encontrar de todo: música en directo, decenas de quioscos de comida rápida, vendedores ambulantes, etc.
7. ¡Hacerte un tattoo! Hay varios sitios profesionales de tatuajes y muy baratos.
Yo decidí iniciarme ahí… ¡Qué mejor que tatuarse la silueta de un gato en la ciudad de los gatos!
Al principio no las tenía todas conmigo: mi tatuador llegó una hora tarde (según él por los monzones) y totalmente fumado. Pero pensé: vamos a hacerlo, por una vez que me decido… Y debo decir que la cosa salió mejor de lo esperado y por 30 euros.
¡Eso sí! Si te haces un tattoo en Malasia, no esperes ni que te envuelvan en film la zona tatuada, ni que te den una cremita cicatrizadora. Nada. Nada de nada. Como a mí me dijeron: «this is Malasia».
8. No te pierdas el Parque Nacional Bako.
A 37 Km de Kuching y una hora en bus desde el centro de la ciudad (bus número 1 que se coge en la calle Jalan Khoo Hun Yeang entre las 7 de la mañana y las 5 de la tarde – 4 ringgits por trayecto) se llega al asombroso parque nacional Bako. Su principal particularidad: que parte de éste está rodeado de hermosas playas.
Nosotros fuimos y volvimos el mismo día ya que después de Kinabatang y Gunung Mulu no nos hacía falta dormir entre naturaleza una vez más. No obstante, el pasar dos o tres días en el parque nos pareció una excelente idea: el alojamiento es más barato que en Kuching, estás en un parque precioso lleno de caminatas por recorrer, y es otra gran oportunidad para ver al Mono Narigudo en libertad, así como al impresionante cerdo bigotudo.
Pero más allá del parque en sí, llegar hasta allí es una experiencia inolvidable… Una vez bajado del bus, registrado en el acceso al parque y habiendo abonado la entrada al parque nacional (20 ringgits) y el ticket del bote (20 ringgit por trayecto), empieza la gran aventura. Y es que no sólo el parque nacional Bako es todo un espectáculo natural, sino que el trayecto en bote es una descarga de adrenalina (especialmente si te pillan las lluvias monzónicas). El oleaje y las corrientes que se forman en el punto en el que el río se junta con el mar ¡son tan imponentes como emocionantes!
¿El inconveniente del parque? Que no te puedes bañar en sus playas… ¡Hay cocodrilos de agua salada! Sí, sí, lo sabemos, increíble pero cierto.
DÓNDE COMER
– En el Topspot Food Court (calle Jalan Padungan) encontrarás un gran reciento con decenas de casetas de comida donde poder pedir pescado a un buen precio. El sitio engaña, porque está en la parte de arriba de un parking (y sin escaleras mecánicas!) pero merece la pena.
– Borneo Delight fue todo un descubrimiento para nosotros: comida sencilla pero rica y en cantidades contundentes, además de barata, muy barata.
Si lo que estás buscando es internet, hay infinitos cafés con buena conexión. Así que eso no será un problema 😉
QUÉ NO HACE FALTA VISITAR
Pensamos que sería una buena idea cruzar el río con uno de esos «ferrys tradicionales» (1 ringgit) y dar una vuelta por la otra parte de la ciudad aprovechando que además en la otra orilla estaba el museo Brooke Gallery.
Sinceramente, duramos menos de 10 minutos en la otra orilla… No había nada especial y el museo nos pareció todo un timo, así que ni entramos.